Siempre a vueltas con la educación. Muchos profesores, padres y alumnos tenemos una misma opinión: no lo estamos haciendo bien. No sólo se refiere a los políticos, aunque ellos tienen la sartén por el mango y son máximos responsables. También los formadores de profesores, los profesores, los padres y, en menor medida, los alumnos (al fin y al cabo son el «producto»).

El tópico de una educación memorística se repite año tras año. El cumplimiento de un programa impuesto, así como el número de horas dedicadas a cada materia aboca inevitablemente a ello. Hay asignaturas que acaparan el protagonismo en las aulas, con cuatro o cinco horas semanales, mientras otras (entiendo menos importantes) sólo tienen dos o incluso una hora semanal. Cuando los docentes trabajamos, queremos educar en su término más amplio, tanto en conocimientos como en actitudes y también, por qué no, en emociones.

Pero los conocimientos, como esas asignaturas importantes comentadas anteriormente, eclipsan a todo lo demás. Eduardo Punset en su libro «Lo que nos pasa por dentro» expone en un párrafo su opinión en este sentido:

¿Me puede convencer alguien de las ingentes horas que dedicamos los de mi generación, la siguiente y la siguiente al estudio de la trigonometría o el análisis sintáctico han hecho de nosotros mejores personas, más felices y con más recursos para defendernos en el mundo que si hubiéramos reservado parte de ese tiempo a entrenarnos en la cooperación y el trabajo en equipo, la práctica de una disciplina musical o el ejercicio de un arte plástico? Permítanme que disienta.

Eduard Punset en Lo que nos pasa por dentro

Hacia competencias de Inteligencia Emocional

Hay una inercia donde prima lo conceptual sobre todo lo demás, generación tras generación, ley tras ley. Pero, la aplicación conceptual en la vida real es relativa o parcial, mientras que la aplicación de cómo es la persona en actitudes y emociones es siempre más importante (relación con compañeros, con jefes, con subordinados, trabajo en equipo, clientes…). Daniel Goleman es el psicólogo creador del concepto y «padre» de la inteligencia emocional. A él le debemos la frase: una persona cualificada normalmente es contratada por su alto coeficiente intelectual y despedida por su bajo coeficiente emocional. 

Ya que se establecen competencias para conseguir los objetivos educativos generales, sería bueno reflexionar si las siguientes cinco competencias esenciales para ser emocionalmente inteligente, según Goleman y avaladas por muchos psicólogos, serían importantes o no en nuestro sistema educativo. Incluso si lo pudieran ser por encima de nuestro «atasco» en lo conceptual.

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